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Muchas personas se han planteado alguna vez emprender su propio negocio. Sin embargo, en ocasiones el desconocimiento sobre aspectos legales y fiscales puede llevar a cierta confusión en este campo.
El planteamiento básico del Código mercantil es dividir las sociedades en dos grandes grupos: personalistas y capitalistas. Esta diferencia se basa en sí la personalidad del socio es imprescindible para la empresa (personalistas) o si no lo es (capitalistas). Efectivamente, no es lo mismo gestionar la empresa con una persona de confianza que con alguien desconocido, por lo que esta distinción tiene su importancia.
Al primer grupo pertenecen las Sociedades Colectiva y Comanditaria Simple. Por su parte, son sociedades capitalistas la Sociedad Anónima (S.A), la de Responsabilidad Limitada (S.L), y la Comanditaria por Acciones.
Una vez que conocemos esta distinción básica es momento de elegir qué tipo social concreto nos conviene. No es una decisión que deba tomarse a la ligera, pues influyen factores como el número de socios que van a participar, y el propio capital del que disponemos.
El tipo de sociedad más utilizado por pequeños empresarios suele ser la Sociedad Limitada. Con ella, la Ley solo establece un mínimo de 3.000 euros para su creación, y basta con un único socio. Las sociedades Anónimas y comanditarias por Acciones suelen reservarse para empresas con un mayor tamaño. El capital necesario para su creación es de un mínimo de 60.000 euros; cantidad sustancialmente grande para un pequeño empresario que da sus primeros pasos.
Si bien todas las empresas tributan (es decir, pagan impuestos) por el Impuesto de Sociedades, las cantidades son distintas según diversos criterios, como el tamaño de la empresa. La legislación se ocupa de establecer un régimen simplificado para las PYME, es decir, que su carga fiscal y contable no sea tan elevada como la de una gran empresa.
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